[El edificio de la viña estaba enclavado en lo alto del cerro, dominando la vista hacia abajo. Ocupaba un viejo monasterio domínico con paredes de piedra y bodegas subterráneas en las que no era necesario mantener artificialmente la temperatura para un óptimo resultado con el producto. Todo era hermoso. Todo era digno de fotografía. Los arcos de ladrillos, las barricas de roble apiladas en hileras donde fermentaba el mosto a la luz de los candelabros. Tenía un aire de siglos pasados, aunque Hal no hubiera sabido decir exactamente
qué siglo.]
[El viaje de Hal se aproximaba a su fin, y esto le ponía un poco triste. No quería regresar a New York. Había aprendido demasiado, y la trattoria de su patrón en Manhattan iba a quedarle pequeña después que volviera. No quería seguir siendo un
chef de partie sabiendo lo que sabía. Se había pasado los últimos ocho meses recorriendo Italia por tierra, en frenética recolección de recetas familiares y combinaciones de sabores que nunca hubiese probado.]
[En todo caso, terminar el viaje dándose una vuelta por la Riviera no estaba mal. Portofino había sido agradable, pero demasiado lleno de turistas. Respecto a los otros pueblos, cada uno de los pueblos de las Cinque Terre tenía algo especial. Pero del sexto, olvidado por las guías turísticas convencionales...]
[Dios, como se había enamorado a primera vista de Verdemare. Hal lamentaba que no hubiese un hotel o posada donde alojar. Hubiera querido dedicarle unos cuantos días más al pueblo, descansar ahí antes de decidirse a regresar a Roma por vía directa y tomar un vuelo de vuelta a los Estados Unidos. El pueblo era bellísimo, y también lo eran su mar escarpado y su bosque. Se había quedado sin aliento al ver la iglesia, tan sencilla por fuera y tan rica por dentro. Se había pasado la mañana recorriéndolo, había comido en un local de la caleta de pescadores una sopa de erizos extremadamente simple y reponedora a la vez, y ahora estaba permitiéndose gastar los últimos Euros en el tour por la tradicionalísima viña del pueblo, que prometía vinos como los que se tomaban en el mero Renacimiento.]
[El tour se lo habían ofrecido en inglés, pero había querido seguir practicando su italiano mientras todavía tuviera con quien, así que helo ahí. Siguiendo al grupo en la semipenumbra de una bodega de Cabernet Sauvignon espeso como un chocolate español, concentrado para no perderse palabra del guía.]