Fic: Reminiscenza della Boullabaisse (AU Verdemare, 2014) Título: Reminiscenza della Boullabaisse AU: Verdemare Año: 2014
Hay un cierto qué-se-yo con el tema de los aromas. Una cuestión que va más allá de nuestra memoria consciente, algo que es parte de la parte reptiliana de nuestro cerebro. Hal lo sabe bien. Hay platos que para él significan un auténtico asalto de flashbacks.
Hal aprendió a usar las manos para cocinar, y más tarde por supuesto, la teoría. Pero sabe bien que no hay timer en el mundo que sirva, no hay lista de maridajes herbales que funcione, si no tienes una buena nariz. Por lo mismo, es una cosa de instinto cuando prepara la boullabaisse que Grandmére Sophie le enseñó a amar cuando era un niño. Ella hubiera dicho "de la brioche, mon petit garçon", y él no olvida, aunque carezca de útero. Agrega cada pescado y marisco exactamente en el momento en que su nariz le dice y no antes, diga lo que diga el manual, porque esos aromas los conoce de corazón y aún puede recordarlos espontáneamente si lo desea, donde quiera que esté y sin importar lo que esté haciendo.
(En este orden, el pez rape entero, pero limpio. Luego en filetes: la gallineta, luego el salmonete. El congrio para el final. Siempre en su punto, Hal Emmerich, y tú sabes cuál punto es ese.)
La primera vez que prepara boullabaisse para Adamska, sin embargo, está casi tan nervioso como la primera vez que lo besó. Simplemente, es tan visceralmente importante que a Gatto le guste. Puede que no sea cocina italiana y por lo tanto no tenga cabida en el restorán luego. Pero es algo que necesita poder compartir con él, que se trasforme en algo que sea también de los dos.
Hace un par de ajustes. Cambia la cáscara de naranja por pomelo aromático. Agrega nuez moscada a la salsa rouille, pensando en una reminescencia de su bechamel espeso, que sabe que enloquece a Adamska. El caldo lo perfuma con una crema de erizos de mar, recuerdo de una antigua película que Grandmére citaba al cocinar el plato.
Mientras la enorme (¡enorme!) olla hierve a fuego lento, reduciendo lentamente el líquido y aumentando la concentración de cada sabor individual, se entretiene preparando camarones al ajillo. Irán bien con los croutons, piensa, y en realidad casi no está considerando que la cantidad de comida que está haciendo. Solamente quiere que sea perfecto.
Gatto empieza a rondar la cocina mucho antes que la sopa esté lista.
- Necesito saber qué estás haciendo - murmura, abrazado a su Chef desde atrás. Descansa las manos abiertas en la panza redondeada de este y apoya el mentón en su hombro.
- Es sorpresa - responde Hal enrojeciendo. - Si quieres hacerme un favor gigante, ve al mercado y tráeme un sauvignon blanc, pero uno /realmente bueno/. Merecemos poder gastar en esto.
- Hal, ¿cuánto pescado compraste? - observa Adamska, divertido, al darse cuenta que la olla que está en el fuego, fuente del aroma que actualmente está acariciándole los sentidos, es la más grande que tienen.
- Stai zitto, Gatto. Te prometo que es importante que sea así.
Adamska ríe, lo suelta. Promete ir al mercado y lo deja de vuelta con sus peroles. Y Hal, él sabe que está siendo ridículo y que probablemente Adamska amará el plato. Sólo no quiere que lo ame tal cual ama el resto de su comida. Hay otra connotación con lo que está cocinando en estos momentos.
... Aunque sí se queda algo conflictuado. Por un lado, es una sopa que se come mejor recién hecha, y odia recalentar comida. Por otro, hay al menos doce porciones en esa olla y es físicamente imposible que se lo coman todo de una sentada. Van a estar nadando en boullabaise tres días. Suspira un poco, revuelve el caldo. Lo prueba.
Saborea, siente el regusto, aspira los vapores. No puede evitar sentir un poco más de confianza entonces. Prepara los croutons, y está casi terminando cuando algo completamente de vientre le indica que debe sacar la boullabaise del fuego.
Adamska llega a tiempo para ayudarle a poner la mesa mientras Hal abre el apetito de ambos con los camparis de siempre y se disculpa por no tener una entrada esta vez. Sirve la sopa con cuidado y afecto infinito en su loza favorita.
La cocina es un conjunto de pan tostado, cuatro pescados diferentes, camarones, hierbas, ajo y rouille estimulando todo a la vez, y la magia del asunto es que no se hace pesado. Cada olor es distintivo, y crea un conjunto que en realidad es un mosaico en que cada pieza importa.
Hal descubre que tiene hambre como nunca en su vida. Y que a la vez, en verdad, está extremadamente nervioso. Se queda mirando a Adamska, espera que pruebe la sopa mientras el corazón le late desbocado en el pecho.
El sonido que Adamska hace al saborear es tan orgásmico que Hal casi quiere pedirle que vayan a la cama ahí mismo.
- Chef. /Chef/. Maldición, cómo no te pedí antes que hicieras esto... - murmura Adamska, y es casi un gemido.
- Sabía que te gustaba el pescado - ofrece Hal, sencillo, pero sintiendo por dentro que celebra todos los feriados de su vida a la vez.
- Si, pero nunca... ¿Qué es? Joder.
- La boullabaisse de mi abuela - ríe Hal, y ahora sí, simplemente es demasiado feliz, se echa una cucharada a la boca y siente que va a morirse, porque es incluso mejor que la de sus recuerdos y es un logro tan grande como el día de su graduación. Se saborea: - Tiene algunos toques extra, si...
Adamska come, y ríe, y se lame los labios para cazar cada gota. Acompaña con el vino blanco que trajo, suspira:
- Cada vez que pienso que es imposible que te superes de nuevo...
Y en serio, Hal no necesita más que eso. Puede ver con claridad que Adamska /entiende/, que aunque Adamska queme hasta el pan con queso puede comprender /con las entrañas/ lo que ese plato es y qué significa. Y no lo ama por ello, acaso. No es sólo el éxtasis sensorial de un plato que bajo todo punto de vista es perfecto. Es la sensación de que absolutamete todo está bien, que está en casa y no querría estar nunca en otra parte o con alguien más. Hay una conexión irremplazable en todo esto.
Comparten el almuerzo con una alegría que también burbujea a fuego lento. Y Hal realmente quiere saltarle encima a su Gatto, o al menos besarlo hasta dejarlo sin aliento, pero por esta vez eso puede esperar a que hagan la pausa mientras se sirven una segunda porción.
Lo que totalmente no está esperando es que Adamska le pida una tercera. Finge estar escandalizado, pero se echa a reír y sirve para ambos.
- Gatto, no vamos a poder movernos...
- Oh, ya verás que sí. Me encargaré de ello en persona. Pero primero, comida.
Y Hal no puede evitarlo, posa sus manos en el vientre de Adamska, redondeado por incontables almuerzos, y acaricia.
- ¿Vas a hacer esto?
- /La porción, Chef./
No se equivoca, es cierto que después los dos están completamente sin aliento y medio tirados sobre la mesa. Hal suspira, y se limita a abir el botón de su pantalón sin decir un "te lo dije". Qué diablos, disfrutó esto demasiado. Siempre lo hace. Gatto... Gatto está en las mismas, pero no puede quitarle los ojos de encima tampoco cuando lo ve reclinarse en la silla.
- Mm. Te ves bien, Chef - y esa es una mirada llena de picardía y. No, no se equivoca, Hal ve el deseo allí y no puede creerlo:
- Me siento absolutamente como un saco de papas, Gatto, y tendrás que arrastrarme a la cama.
- Nada de eso. Vamos al sofá - y Hal no tiene idea en lo absoluto de cómo diablos es que Gatto todavía tiene energías para levantarse y moverlo /a él/. Sospecha que es voluntad pura. Otro punto más para su amor por Gatto, piensa, y se deja tironear hasta el sofá junto al descansillo.
Se dejan caer sobre los cojines con gemidos simultáneos. Adamska se estira y ronronea como el gato que es, reclinándose. Hal hace lo mismo y sólo cierra los ojos, sintiéndose medio atontado por la comilona que acababan de pegarse.
- Por ser hoy te doy masaje yo primero, Chef - murmura Gatto, y esas son sus manos en la panza rellena de Hal, frotando en pequeños círculos para calmar la tensión. Sonríe, la besa. - No te acostumbres.
Hal, por supuesto, entiende en entredicho se trata de un premio que se ganó a pulso preparando semejante almuerzo, y se relaja por completo contra el sillón, dejando que las manos de Gatto acaricien auténticos encantamientos sobre su vientre. Siente chispazos de excitación, tranquilidad, afecto en cada toque. Más tarde lo llevará a la habitación, pero por el momento, lo que quiere es dejarse querer. Y Gatto es experto en eso.
Cuando se trata de hacer magia, ambos son más que expertos en fascinar al otro haciendo lo que saben mejor.