Hal Emmerich (flowingnumbers) wrote in schrodingersbox, @ 2013-04-23 20:37:00 |
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Entry tags: | AU/N°07/Technowizards |
Fic: Silver Linings (AU Technowizards, 2014)
Título: Silver Linings
AU: Technowizards
Año: 2014
-Ah... La verdad, vine porque necesitaba hablar contigo.
Huey Emmerich apartó la vista de la ventana, donde detrás de los cristales caían sin parar los copos de nieve. Suspiró cansado, regresando su atención a la expresión asustada de su hijo.
- Hal. Cuando tomaste el avión desde San Francisco fue para ir a Boston, a resolver temas de tu trabajo. Si bajaste un estado completo para visitarme en New York... bien, yo sabía que no iba a ser para una visita social.
Ninguno dijo que era porque ambos evitaban esa clase de visitas. El silencio era tal que el chasquido de la cafetera terminando su ciclo de goteo fue claramente audible. Huey maniobró los controles de la silla de ruedas eléctrica para retroceder hasta el mesón de la cocina en que se hallaba esta.
Sin decir nada todavía, Hal se levantó y sacó los tazones. No le sorprendió que su padre aún los guardara exactamente en el mismo aparador. Regresaron a la mesa a un tiempo, y Huey sirvió el café humeante.
Huey vio a su hijo pasar saliva, revolverse pálido en su silla, y un sentimiento que definitivamente era tristeza se apoderó de él. Asintió, invitándolo a que hablara.
- Conocí a alguien, papá - dijo Hal al fin. No lo miraba a los ojos, pero alguien que lo conociera bien podía, en efecto, distinguir la tenue sonrisa que apareció en sus labios cuando añadió: - se trata de una persona especial.
- ¿Qué tan especial? - ladeó la cabeza, escrutando.
- Muy, muy especial. Esta persona es... - Hal suspiró, y calló.
"Esta persona", pensó Huey. Sin género. No un "una mujer especial", no un "ella".
Más y más, una melancolía pesada se asentaba en su estómago a medida que el sentimiento de lo inevitable aumentaba. Sabía qué iba a pasar. Dejó que Hal abriera y cerrara la boca varias veces sin decir nada, midiendo el nerviosismo de su hijo. Finalmente, dijo para ahorrar angustias a ambos:
- Hal. Te aseguro que lo que estás a punto de contarme no me toma por sorpresa.
No era mentira. Llevaba años con esta certeza, pero de una forma aún más profunda, lo había sospechado desde siempre.
Sintiéndose derrotado, Huey se refugió detrás de su tazón de café. Estaba caliente y casi le escaldó las manos. Definitivamente no podía beberlo aún, pero necesitaba hacer algo con las manos, pues intuía que si no lo hacía iba a echarse a temblar, y no estaba dispuesto a eso.
Hal se empujó los anteojos por el puente de la nariz, el mismo gesto exacto que él tenía, y sin embargo Huey no fue capaz de reconocerse en él. Y Hal seguía sonando asustado y triste cuando dijo:
- Lo siento - cerró los ojos. - Sé que debe ser otra decepción más.
- Sólo dí lo que tengas que decir, Hal - respondió Huey. Cansado. Tan cansado. Aferró el tazón: - ¿Él te hace feliz?
Hal volvió a abrir los ojos, la sorpresa clara en su rostro. Luego, con timidez:
- Él me hace muy feliz, papá - y puede que, ahora sí, estuviera en efecto sonriendo un poquito.
Huey bebió un sorbo de café, y no le importó quemarse la boca o no haberle echado azúcar. Por un momento, estaba lejos, lejísimos, y en su mente la única persona era una mujer de cabellos plateados a la que seguía amando.
Una relación que había empezado sin la pasión necesaria para que terminara con una lluvia de platos estrellándose contra las paredes, pero que lo había hecho feliz mientras había durado. Hasta el día en que ella había dicho no poder seguir intentando sentir atracción física por alguien del género de Huey, y hecho las maletas.
La gente había dicho siempre que Hal se parecía a él. Pero Huey sabía que eso no era cierto.
Cuando Hal había decidido hacerse programador como su madre, él lo había resentido con fiereza. Tal como el día en que se había fijado que el cabello de su hijo se estaba cubriendo de canas mucho antes de su décimo cumpleaños.
Pero lo cierto era, Hal no se parecía a ninguno de los dos, más allá de lo que le correspondía por ser hijo de ambos. Era su propia persona.
- Hal - comenzó Huey despacio, bajando la taza y buscando los ojos de su hijo. Grises. Iguales a los suyos. - No me pidas que entienda lo que me estás contando como tú quieres que lo entienda. - lo vio palidecer aún más, el dolor claro en su rostro, y se apresuró a agregar: - espera, escúchame. Preguntaré una vez más, ¿él te hace feliz?
Buscando distraer sus manos, enderezó un poco más el respaldo de la silla de ruedas. Le dolía esto, le reabría heridas viejas.
Lejana, le llegó la voz de su hijo:
- Adamska me hace la persona más feliz del mundo.
Y Huey asintió.
- No sé si pueda llegar a entenderlo - inhaló, exhaló. Por momentos, hubiese querido no haber dejado el tabaco. - Pero si él te hace feliz, entonces... te deseo que seas feliz por muchos años, Hal.
Y vio a Hal dedicarle una sonrisa como hace muchísimo tiempo que no lo hacía. Y se descubrió ensayando responderle con una propia. Una sonrisa pequeña, demasiado cargada de sus propios recuerdos para no ser triste, pero genuina.
- Quisiera... - empezó Hal, y calló sin necesidad de que Huey le dijera nada. Pero Huey sintió que debía hacer la aclaración de todos modos. Sereno:
- No me pidas tampoco que lo conozca. Todavía no. Pero en el futuro... - suspiró, se acomodó los lentes. Un poco más casual: - Y Hal. Si él deja de hacerte feliz alguna vez... No dudes en hacer una llamada telefónica a tu viejo.
Hal asintió en silencio, su expresión llena de cálido afecto. Y Huey pensó en todo el tiempo en que habían vivido sin conocerse realmente. Quizá no todo estaba perdido.
- Llámame - repitió Huey - y yo te escucharé.
Luego callaron, y esperaron en compañía a que el café se enfriase lo suficiente para beberlo.
Afuera seguía cayendo la nieve.