Lynx (daniela_lynx) wrote in schrodingersbox, @ 2013-06-20 15:46:00 |
|
|||
Entry tags: | AU/N°08/Babochka!Switch |
Fic: Humo y Espejos (AU Babochka!Switch, 1962)
Título: Humo y Espejos
AU: Babochka!Switch
Año: 1962
El Mayor Blauwolf apagó la lámpara del velador y, sin ponerse los anteojos que había dejado antes en la mesa de noche, se levantó de la cama a mirar por la ventana. El insomnio era un auténtico problema para él, que tan temprano debía despertarse, y sin embargo era algo que lo había aquejado desde que podía recordar. Primero un mero desfase, cada año peor luego. Se había acostumbrado a correr en poquísimo sueño, y era plenamente consciente de que si una bala no acababa con él primero, o los Filósofos no se aburrían de él -lo que era lo mismo en verdad-, no viviría más allá de los cuarenta sólo por cansancio.
La noche afuera en Grozny Grad estaba estrellada, pero a sus ojos descubiertos el cielo era un borrón gris azulado y oscuro. La luna una mancha blanca encima de otra mancha blanca mayor, la nieve en el bosque. Blauwolf abrió la ventana y aspiró el aire invernal pensativo, recordando las fotografías que sólo había podido ver brevemente, en las que un hombre igual a él rasgo por rasgo vestía una bata de científico y fumaba un cigarrillo inclinado sobre rumas de papeles y libros, sentado en una silla de ruedas.
Se preguntó si la nicotina ayudaba a su gemelo a conciliar el sueño, o sólo a funcionarle como combustible de las horas altas. Los científicos eran una raza extraña.
No eran las únicas fotografías que había visto en esa ocasión.
El documento había sido Ultrasecreto de la CIA y no para sus ojos. Pero Blauwolf estaba en el escalafón de arriba, sus alianzas un nudo complicado e inefable a tres bandas. Un sello simple en el sobre no le había detenido de echar un vistazo al microchip cuando hacía de correo, pasando información de la agencia Estadounidense a la KGB. Su trabajo en volver a sellar el archivo había sido impecable.
En tres de las veinticinco fotos del archivo en el microchip, un científico rubio e imposiblemente joven había aparecido al fondo, manejando los enormes computadores de la agencia rival. En otras dos de ellas, el mismo científico salía colaborando en el mismo escritorio con el gemelo del Mayor.
El Mayor Blauwolf sabía que su nombre era en realidad Hal Emmerich, que era absurdamente judío, y tenía clarísimo que no había nacido en Rusia.
Y con ayuda de esas fotografías, podía inferir que Adamska Mikhailovich Krylov, el joven científico rubio que acababa de llegar a su base, tampoco lo había hecho.
No pensaba delatarlo. Necesitaba averiguar sobre él primero. Sonsacar de qué iba su juego.
Preguntarle por aquel gemelo Emmerich en silla de ruedas que trabajaba para la CIA.
Y tal vez, sólo tal vez, puede que también tuviese otras razones para no querer que Krylov acabase colgado de un árbol en plena tundra demasiado pronto. Razones que no tenían nada que ver con su profesión o sus contactos. Profesional, tampoco dejaría que aquello afectara su desempeño o su juicio, pero de momento le agradaba verlo respirando.
Fuese como fuese, lo necesitaba vivo. Y aplicar a sus hombres las reglas que ya había instaurado antes respecto de los científicos nunca había sido tan imperativo.
Hal Emmerich detestaba el tabaco con pasión, pero recordando la pequeña fotografía de ese gemelo con el que no había crecido, podía casi sentir el sabor en la lengua.
La idea era reconfortante de una manera que le perturbaba.
Cerró la ventana e hizo una parada en su escritorio antes de regresar a la cama, dos shots de vodka para espantar el frío. El sueño siguió rehuyéndole por tanto tiempo más que desistió de intentar calcularlo, espantado entre visiones de humo, espejos, y un oro cálido completamente ajeno a Siberia.