Hal se mira al espejo y suspira, pensando en la complexión dispareja de su piel pálida. Las cosas están mejor ahora que está confortablemente instalado en la adolescencia tardía, pero el acné implacable de cuando su pubertad estaba recién empezando había dejado su huella sobre sus mejillas. Era muy raro que le saliera nada ahora, pero las cicatrices habían quedado.
Se echa una última mirada crítica antes de agarrar el gel de afeitar y la maquinilla eléctrica. Tiene la suerte de ser bastante lampiño (y por todas partes, incluso), pero aún así tiene que hacerse mantención de vez en cuando. Le gusta tener el rostro suave para Adamska, estar bien afeitado y ser agradable al tacto cuando Adamska lo toma del mentón para besarlo. Le hubiera gustado que la textura de su piel le hubiera acompañado con eso también.
Alguien más objetivo que él podría haber concluído que las marcas no eran en verdad /tantas/, pero Hal odiaba cada una de ellas. Y pensaba en Adamska, y en su rostro de pómulos felinos y piel lisa, y en cómo le gustaba tocarlo. Dejar besos de mariposa en esas mejillas de bronceado suave.
Adamska tiene una piel preciosa, y las pocas marcas que la cruzan son resultado de su vida como soldado. Un corte de cuchillo que le cruza uno de los pectorales. Pequeñas, encantadoras cicatrices en sus pantorrillas y codos, probablemente producto de haberse arrastrado cuerpo a tierra. Unas cuantas heridas de bala que al principio habían alarmado a Hal, pero que no tardó en aprender a amar, pues eran testamento a que Adamska estaba vivo, cálido y permitiéndole tocarlas.
Realmente le gusta recorrer esas cicatrices. Con los dedos, con la boca. Sentir cómo sobresalen levemente, la piel algo más suave y algo más gruesa en esos lugares. Le gusta lamerlas y morderlas, y dejar sus propias marcas sobre ellas, haciendo a Adamska inhalar entre dientes ante la sensación, o incluso gemir si acierta a hacerlo bien. Marcas que, por supuesto, desaparecen en un día o dos; pero que igualmente son símbolo de cómo reclama para él el cuerpo de su Adamska, que tanto ha vivido con tan pocos años. Si algo, son marcas que excitan a Hal, que le recuerdan la virilidad del otro y cómo vivió toreando a la muerte antes de llegar a sus brazos y encontrar la seguridad. Le calientan tanto como su figura de músculos delicadamente torneados, como su fuerza y agilidad.
La verdad, todavía no está muy seguro cómo alguien como Adamska puede encontrarlo atractivo a él.
Hal procura no mirarse demasiado cuando enjuaga los restos de espuma de su rostro y se seca.
***
Adamska sabe que es atractivo, y hace lo posible por cuidar que todo tipo de desarreglo sea mínimo. En su cabello, en sus ropas, en su piel: Todo tiene que estar en perfectas condiciones. No tiene que ver con una cuestión de inseguridad, pero una de las cosas que le agradan de estar en 1992 es tener la libertad de darse duchas todo lo largas que quiera y poder mimarse con toda clase de productos para el cabello, geles de baño, cremas corporales y para el rostro.
Hay cosas por las que ya no puede hacer nada, sin embargo.
Es un hombre alto, apenas adulto, y su último estirón fue una cosa reciente. Pero los primeros que tuvo fueron terribles. No sólo por lo dolorosos. Su adolescencia estuvo llena de estos brotes de crecimiento bruscos, entrecortados y repetitivos en que podía fácil subir tres, cuatro centímetros a lo largo de unas dos semanas. Lo dejaban sintiéndose como un estropajo largamente estrujado... y su piel no tenía tiempo a reaccionar, o a recuperarse entre uno y otro. Para cuando se dio cuenta de lo que estaba pasándole, ya tenía estrías notorias en torno a las rodillas, y unas cuantas en los muslos.
Las odió con fiereza. Se robó la loción humectante de una de las chicas de Charm School y comenzó a aplicársela religiosamente. Pero si bien esto impidió que se siguiera marcando, o al menos marcando demasiado, las estrías que ya tenía no había forma de borrarlas.
Mirándose al espejo, sabe que tiene otras fallas. Sabe que tiene un hombro más alto que el otro, producto de una rotura de clavícula cuando estaba aprendiendo combate cuerpo a cuerpo. Y hay un pequeño tajo que probablemente nadie más que él nota debajo de su ombligo, a un costado, de cuando tenía alrededor de dieciséis años y debieron extirparle el apéndice. Ambas imperfecciones carecen de honor a sus ojos, y por lo mismo, le desagrada recordar que las tiene tanto como odia las marcas que su rápido crecimiento le dejó en el cuerpo.
Pero está orgulloso del resto de sus cicatrices, y del cuerpo musculoso de nadador que trabaja por mantener todos los días. Y solía pensar, si alguna vez iba a enamorarse de alguien, si alguna vez alguien le gustaba lo suficiente para que él le dedicara su vida... probablemente iba a ser alguien como él. O incluso superior en virilidad y fuerza. Había soñado con la idea de un hombre alto y musculoso sujetándole las muñecas y clavándolo a la cama más de una vez, en sus fantasías masturbatorias de adolescente.
Hal está lo más lejos posible de todo eso. Y sin embargo, una vez pasado el desconcierto inicial, una vez teniendo sentimientos por él... Adamska iba encontrando más y más fácil hallar cosas en el cuerpo de Hal que le gustaban.
Hal es delgado, casi demasiado delgado y suave. A Adamska le gusta el contraste entre la aparente fragilidad física de Hal y la tremenda fuerza en su espíritu. Le gusta la forma en que puede rodear fácilmente su cintura con los brazos, o cómo caben sus caderas en sus manos.
Le gusta la piel blanca de Hal. Y si bien es cierto Hal no tiene la mejor complexión posible, y pasar un poco más de tiempo bajo el sol no le haría mal, Adamska adora acariciar esa piel lampiña y lisa, carente de cicatrices de combate. Adora que las únicas marcas en el cuerpo de Hal son las que él mismo deja cada vez que cogen con abandono y él muerde y succiona hasta que esa piel blanca toma un precioso tono púrpura en una mancha con la forma de su boca.
Adora contar las pecas que Hal tiene en sus hombros, el leve espolvoreo de ellas en su pecho. Lamer sus lunares. Ponerlo en cuatro y apreciar cómo las pecas de Hal delínean su columna con tanta delicadeza, partiendo entre los hombros y terminando en el inicio de sus nalgas pequeñas y redondas, antes de introducirse en él con fuerza y hacerlo arquearse en esa mezcla de placer y dolor sin la que ambos no pueden vivir.
Hal es blando y demasiado delgado. Pálido y pecoso. Tal vez sea lo opuesto a lo que Adamska alguna vez soñó, pero quizá precisamente era eso lo que necesitaba. Alguien diferente a él. Un civil, con el cuerpo y la vida de un civil, que pudiera mostrarle a Adamska que habían otras formas de vivir que no iban por el camino que una super-entidad nebulosa le había trazado desde su nacimiento.
Y es, paradójicamente, la única persona en el universo que puede hacerle sentir inseguridad sobre su propio aspecto físico. Si se tratara solamente de la opinión que Adamska tiene sobre sí mismo, podría contestar sin asomo de dudas que es el hombre más guapo que conoce. Pero sabe que pese a los guantes de cuero que solía usar, sus manos tienen los callos que en ellas dejó el uso de sus armas. Y que pese a que Hal parece gustarle su toque, y disfrutar con su brusquedad; mentiría si dijera que no ha pensado alguna vez que quizá sea demasiado duro, demasiado poco acogedor. Demasiado intimidante para un adolescente civil de maneras tímidas y ojos de brillante inteligencia.
***
Cada uno es la persona más atractiva del mundo a los ojos del otro.
Y de alguna forma, pese a lo opuestos que son... se encuentran en el medio. Y se repiten mutuamente lo mucho que el otro les gusta, en coqueteos, en susurros, en gemidos que son ahogados si están hurtando tiempo a las madrugadas, o que son auténticos gritos de placer si están solos en casa.
Las mañanas los encuentran abrazados, descansados después de haber hablado y cogido y dormido respirando aromas que para ellos son calmantes. El olor personal del otro, el sudor dulce de sus pieles, que habían estado limpias antes de hacer el amor. El almizcle del sexo llenando la habitación. Y así se despiertan sintiéndose jóvenes y hermosos.
Viéndose a sí mismos, por fin, como el otro los ve.