Fic: Tempo a Costa (AU Verdemare, 2014) Título: Tempo a Costa AU: Verdemare Año: 2014
Llevar un restorán era tarea dura, en cuanto a administración, y así era como Adamska terminaba dedicando lo que en el pueblo estaba institucionalizado como "la hora de la siesta" a hacer cosas como la contabilidad, la caja y el inventario. Lo último le llevaba tiempo, y usualmente terminaba tomando prestado el notebook de Hal para organizarse mejor. Y se concentraba en ello, ponía todo su esfuerzo, incluso cuando el día estaba cálido y húmedo y hubiese querido salir al patio a acurrucarse con Hal en la hamaca. Últimamente se habían estado quedando hasta muy tarde.
Quizá por eso no escuchó cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a golpear contra las ventanas.
Pero sí cuando, quince minutos más tarde, el primer trueno hizo temblar los vidrios de la casa.
Ojos bien abiertos, Adamska se levantó y buscó a Hal por la casa. Palideció cuando lo divisó por una de las ventanas, todavía dormido en la hamaca del jardín, debajo de los dos robles añosos que servían como soporte a esta. Hacía calor, y probablemente por eso no se había despertado. Corrió escaleras abajo y salió afuera, esquivando el huerto para remecer a su novio.
- Te vas a enfermar, Hal - murmuró, sacudiéndolo del brazo. Hal abrió los ojos, detrás de cristales completamente empapados. Su cabello y sus ropas igual de mojadas.
- ... ¿Qué está pasando?
- Lluvia de verano - respondió Adamska, amargado. - ¿Cómo pudiste no despertarte?
- No tengo idea... - Hal se incorporó, sintiendo que todo el cuerpo le dolía. - Anoche nos acostamos de madrugada y hoy abrimos muy temprano - sacudió los anteojos. - definitivamente tengo que mantenerme en pié, no podemos cerrar esta tarde.
- Te vas a meter a la cama, Hal - Adamska estaba completamente serio respecto a eso. - Te prepararé algo caliente.
- Gatto. No quiero que te ofendas, pero... - Hal dejó la frase sin terminar. Adamska con suerte y sabía preparar sandwiches.
- Me las arreglaré. Dúchate y métete a la cama. Tenemos unas cuantas horas antes de abrir de nuevo.
A Hal no se le hubiera ocurrido contrariarlo. Más aún porque se estaba, en efecto, sintiendo muy mal. Se metió en la casa detrás de Adamska, aún preguntándose cómo pudo no despertarse a las primeras gotas, y se dirigió arriba a tomar una ducha caliente. Lo bueno era, hacía poco habían comprado la cama doble para dormir juntos, y dejar así el sofacama de los primeros tiempos. Sí iba a irle bien recostarse un rato.
Se duchó, se puso ropas abrigadas y se metió bajo las mantas. No tardó en dormirse de nuevo, agotado y sintiéndose enfermo.
Lo despertó el olor de una sopa de pollo.
- Sé que es muy inferior a lo que haces tú - dijo Adamska a modo de saludo. - Pero fue lo más decente que pude encontrar en la tienda de abarrotes del pueblo.
Hal sonrió al ver el tazón de cartón que Adamska le estaba extendiendo, y los palillos chinos.
- ¿Ramen instantáneo? ¿En serio?
- ¿No es un insulto para un chef, verdad? - bromeó Adamska.
Hal enrojeció y tomó lo que Adamska había preparado para él.
- ¿Es aquí donde confieso que es mi placer culpable? Es /pésimo/ para la salud, claro, y esta cosa jamás en su vida ha visto un pollo. Pero saca de apuros.
- Bien - aprobó Adamska, y se sentó junto a él con un tazón propio. - Más vale que ayude a que no te resfríes, entonces.
- Lástima que la hamaca se mojará...
- Es una lluvia de verano. Va a pasar pronto, espero.
Desacostumbrados aún a las peculiaridades del Mediterráneo, ninguno de los dos podía predecir que la lluviecita de verano duraría tres días, o que Hal se resfriaría bastante en serio mientras. Afortunadamente lo primero significó que Hal tenía tiempo para guardar cama, respecto de lo segundo. La lluvia tenía esa tendencia a espantar a los turistas.
Pero, inevitablemente, las nubes se retiraron. El restorán volvió a abrir. Y Hal a tomar siestas en la hamaca, esta vez bien prevenido por el informe del clima respecto a la estabilidad de los días soleados, bien vigilado por Gatto.
Y sí: Comían comida gourmet todos los días. Pero en vista y considerando a que las porquerías esas podían resistir un apocalipsis nuclear, no hacía daño tampoco mantener unos cuantos tazones de ramen en el fondo de la alacena. Nunca se sabía cuándo podían resultar necesarios.