Hal Emmerich (maestrodierbe) wrote in schrodingersbox, @ 2013-07-12 05:32:00 |
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Fic: Taciutto (AU Verdemare, 2013)
Título: Taciutto
AU: Verdemare
Año: 2014
"Pero que frío cabrón hace...", pensó Adamska, adormilado, y sin pensarlo mucho se acurrucó más contra el blando y mullido cuerpo de Hal, disfrutando del calor generado por el contacto entre la piel desnuda de ambos.
Verdemare estaba demasiado abajo en latitud para que nevara, y la cercanía con el mar impedía también que se desatase una nieve como era decente. Pero llovía de forma torrencial. Adamska no tenía que esforzarse para escuchar el entrechocar de las ramas de los dos robles del patio, zarandeadas por el viento.
Eran probablemente alrededor de las tres de la mañana, pero el despertador le quedaba lejos y estaba demasiado cómodo recostado contra Hal.
Hal murmuró un pequeño ronquido y lo abrazó. Luego siguió durmiendo. Adamska lo tomó como una invitación a hacer lo mismo, y tapó más a ambos con las frazadas. Acarició el costado de su chef, deleitándose en la manera en que la suave carne cedía bajo sus dedos, y cerró los ojos. Definitivamente les hacía falta una cama más grande, pensó, pero esto también era agradable. Sumamente agradable.
No llevaban mucho tiempo durmiendo juntos. Pero Adamska estaba seguro como nunca de lo mucho que quería que esto continuara.
Se hundió en sueños felices hasta que la mañana temprana vino a interrumpirlos de la mano de su insolente despertador. Y Hal, su chef, lo atrajo para un beso que Adamska estuvo feliz de corresponder luego de haber aporreado el aparato hasta la sumisión.
- Buenos días, Gatto - murmuró Hal, somnoliento. No era una persona matutina, pero desde que despertaban juntos, se le veía mucho más feliz de que llegara el alba.
- Arriba, flojonazo - sonrió Adamska, dándole golpecitos en el pecho con el índice. - Hoy es día laborable.
Hal bostezó, todavía medio dormido:
- Ve a hacer apetito con tu caminata de las mañanas - le dijo - y yo prepararé el desayuno.
Adamska estuvo a punto de preguntarle si no oía la lluvia contra las ventanas, pero se lo pensó mejor. Era cierto que casi todas las mañanas salía a dar una vuelta. Y un paseo bajo la lluvia, si iba bien abrigado, sí le iría bien. Luego podría ducharse, cambiarse, y arrasar apropiadamente con la mesa llena de delicias que en el intertanto le prepararía su chef.
(Pensar que antes de conocer a Hal, "desayuno" significaba dos tragos de café con leche y una tostada con mermelada.)
Verdemare se veía precioso bajo la lluvia.
La piedra vieja que pavimentaba las calles, que formaba las fuentes; las casas pintadas de brillantes colores... todo parecía refulgir bajo el agua.
Y sí que hacía un frío realmente cabrón.
Adamska se paseó hasta la plaza del pueblo primero y le dio una vuelta. Se detuvo a echar un vistazo a la iglesia, todavía cerrada, y a falta de mayor panorama decidió subir la colina hasta el mirador que estuviera más abajo.
Hubiese sido mentira decir que la subida no le costó un poco más de lo que le hubiera costado no tanto antes, y que esto no le puso sumamente incómodo. Pero decidió no ceder, y con porfía, ajustó su parka y escaló el último tramo.
Llegó jadeante, y no era sólo porque los escalones de piedra estaban mojados. Pero realmente el pueblo bajo la lluvia era... desde el mirador se contemplaba todo el casco viejo, y podía divisar el mercado, el muelle, y el mar que parecía decidido a castigar a la costa a punta de azotes. Era muy hermoso. Hacía que recordara qué le había hecho quedarse en primer lugar, su enamoramiento de esas calles y casas antiguas. Se quedó mirando unos cuantos minutos, lo suficiente para hacer valer el esfuerzo de haber llegado hasta ahí, y luego emprendió el descenso.
Era un poco demasiado consciente de que esa parka no le quedaba apretada cuando la había comprado el año pasado. Y en eso se fue pensando todo el camino, su ánimo de repente gris como la luz del día invernal.
Pensó en Hal, y en lo mucho que le gustaba tocarlo. ¿Sería lo mismo para Hal? Él sí sentía que había cambiado. No era para menos. Llevaban viviendo juntos desde el otoño, y comiendo como lo hacía con él...
Se preguntó si Hal no iría a encontrarlo menos atractivo. Y era absurdo, porque Hal lo veía desnudo todos los días y parecía tomar gran deleite en ello, pero se descubrió a sí mismo pensando amurrado que al menos con la ropa de invierno su obvia subida de peso no se notaba tanto. Si iba a continuar comiendo así, tendría que hacer algo más que dar una caminata todas las mañanas.
Con esos ánimos llegó de vuelta al restorán.
- Te ves atormentado, Gatto - comentó Hal al verlo entrar a la cocina. - Tienes un ceño fruncido que se te nota desde donde estoy.
- No pasa nada, Chef - murmuró Adamska, y se quitó la parka. La cocina estaba tibia y agradable como una pizzería, producto de los quemadores prendidos y la estufa. Apoyó brevemente su mano abierta en su estómago, vacío de momento, pensativo.
- ¿Vas a ducharte primero? El desayuno ya casi está.
- No, me quedo - respondió Adamska, y se sentó a la mesa de la cocina. Trató de sonreír:- Dime qué me tienes para hoy.
Se le notaba en la cara a Hal que sí se daba cuenta que algo no estaba bien. Pero respondió, sonriendo:
- Una selección de lo mejor, por supuesto. Anda, se un buen Gatto y pon la cafetera a colar. Yo tendré en seguida listos los omelettes.
Por supuesto, en lo que Adamska tenía lista la cafetera, Hal se las arregló para preparar un omelette con champignones para cada uno, blinis rellenos con dulce de leche y hash browns con queso. Era una mezcla de básicamente un montón de ítems desayunables de las culturas que los habían criado a los dos. El aroma era reconfortante de manera automática, olía a ese nebuloso concepto de "casa" de una forma que hacía que a Adamska se le hiciera la boca agua.
Hal colocó todo sobre la mesa, tarareando, completamente confortable consigo mismo y con el delantal que tenía puesto sobre el pijama. Adamska sólo robaba miradas, entre su importante labor en la cafetera, apreciando la forma llena de gracia en que Hal se movía por la cocina.
Se dio cuenta de que estaba sonriendo. Caminó hasta donde estaba Hal, sirviendo los platos, y se quedó parado mirándolo. Y mirándolo. Y mirándolo.
Hal se echó a reír suavemente, sabiendo qué era lo que deseaba. Lo estrechó entre sus brazos, y sólo entonces Adamska pudo relajarse. Se sentía tan bien ser acogido por Hal, entre sus brazos gruesos y ese cuerpo tan cálido. Tal vez no iba a ser una mala cosa si su propio cuerpo terminaba cambiando para parecerse al de Hal. Le gustaba tanto ser sostenido por él.
Apoyó el mentón en el hombro de Hal sólo disfrutando de la manera en que ambos encajaban y del calor corporal de ambos, y Hal lo sorprendió dándole un agarrón con manos juguetonas.
- ¡Hey! - se quejó Adamska, fingiendo indignación.
- Perdona, Gatto. Perdona - murmuró Hal contra su oído. - Me gustas tanto.
Y como para demostrarlo, sus manos masajearon sus nalgas, acariciando en círculos. Adamska contuvo un gemido.
- Sigue... - susurró Adamska, cerrando los ojos.
- Mm. Agarrarte aquí... - y Hal continuó jugando con sus nalgas - se ha vuelto tan agradable. ¿Se siente sensible?
Adamska enrojeció y no dijo nada. Quería continuar. Definitivamente quería continuar, y Chef era un completo bastardo por jugar con él de esa manera, porque ambos detestaban que el desayuno se enfriara, y cada vez que se ponía a excitarlo de esa forma, lo único que Adamska quería era arrastrarlo a la superficie horizontal disponible más cercana (y unas cuantas verticales), y hacer que ambos olvidaran al universo completo con toda su entropía.
- Desayuno - acabó por murmurar, pero estaba algo resentido.
- Por supuesto. Con este clima, se va a enfriar enseguida - y Hal le dio un último abrazo, casto esta vez. Besó su frente, sonrió: - Pero después vamos a tomar esa ducha juntos, ¿no es cierto?
No era una mala perspectiva. La verdad, todo parecía absolutamente delicioso, amaba la sensación de su estómago lleno y la manera en que Chef le mimaba, y luego... tendría su revancha en la ducha.
Adamska decidió que tenía que tener más confianza en sí mismo. Hal lo amaba, y amaba su cuerpo. A lo mejor ahora tenía un par de kilos que antes no estaban ahí, pero se la estaban pasando muy bien juntos, ¿acaso no era cierto?
Aunque sí era raro cómo Hal siempre parecía saber cómo subirle el ánimo.
- Eres medio clarividente a veces, Chef - comentó Adamska como quien dice el clima, agarrando el tenedor y cuchillo para tomar una mordida de su omelette.
Hal negó con la cabeza.
- Muy, muy lejos de ello, Gatto - y tomó sus cubiertos también. - Pero siempre estoy atento a tí.
Habían dos palabras que no se habían dicho todavía. Pero tal como al principio, Hal hacía todo lo que estaba en sus manos para demostrárselas sin necesidad de verbalizarlas. Adamska se preguntaba cuándo se las diría por fin. Su Chef podía ser un poco lento, cuando se trataba de tomar la iniciativa en ciertas cosas. Quería escucharlo... pero también podía esperar.
Y más importante aún, ya sabía qué contestaría él.
Eso acabó de tranquilizarlo.