Fic: Di Erbe, di Amore (AU Verdemare, 2014) Título: Di Erbe, di Amore AU: Verdemare Año: 2014
Los miércoles eran días de tortellini al pesto en el restorán. Los viernes, de pescado del día al disco con salsa de finas hierbas. Pero más allá de lo específico, cada día un caleidoscopio de aromas salía de la cocina. Perejil, salvia, romero y tomillo, como en la vieja canción.
Lo cierto era, Hal usaba cantidades industriales de hierbas aromáticas en sus preparaciones, todos los días. Y por supuesto que estas no eran tan caras, no realmente si sólo cocinabas para tu propia casa, pero en este caso se trataba de mantener un sitio a donde iba a comer mucha gente. Para no mencionar los platos que Hal preparaba especialmente para que sólo ambos comieran, después de haber cerrado. Descansando y riendo y disfrutando de cada nueva invención de este.
No salía a cuenta. Y por otro lado, pedirle a un chef que /no/ usara aliños en lo absoluto era una idea que rayaba en lo insultante.
Pensativo, Adamska se cambió de mano la bolsa de las compras y tomó una desviación hacia el invernadero del pueblo.
***
Satisfecho con la enorme alegría que su comida había brindado a los últimos clientes del almuerzo, Hal colocó el la puerta el letrero de "cerrado" que demarcaba el break de la hora de siesta, y sirvió dos camparis como aperitivo. Tocaba preparar algo para que él y Adamska comieran, y le gustaba abrir el apetito de ambos de esa forma.
Subió las escaleras al segundo piso, donde seguro lo encontraría realizando el inventario de la semana en el notebook, mas se sorprendió de no verlo. Copas en mano, recorrió las habitaciones sin encontrarlo, y volvió a bajar. ¿dónde se encontraba Adamska?
Algo confundido, salió al patio. Y sonrió al verlo inclinado y dándole la espalda, aparentemente trabajando en algo. Se distrajo unos segundos mirándolo y apreciando la atrayente redondez de sus nalgas, enfundadas en aquellos jeans que sin duda le quedaban más apretados que cuando lo había conocido. Se permitió por un momento cierto sentimiento de orgullo (y para qué mentir - también de excitación) antes de aclarar su garganta.
- ¿Te interrumpo un segundo, /Gatto/? - Hal le sonrió, alzando ambas copas. Adamska volteó. Tenía el rostro algo sudado, entre el sol y el esfuerzo, y estaba lleno de tierra.
- La verdad es que sí. - Adamska volteó, contestó con picardía. Se sacudió las manos antes de acercarse a tomar la copa que Hal le estaba ofreciendo.
- Vine a preguntarte qué querías almorzar. ¿Qué estás haciendo?
Adamska era la viva imagen de la autosuficiencia. Si hubiese usado antejos, como Hal, probablemente se los hubiese arreglado con gesto dramático antes de contestar:
- Es una sorpresa.
Hal se echó a reír, y dirigió su vista al punto en el que Adamska había estado trabajando. Alzó ambas cejas en sorpresa, y algo más serio, exclamó:
- Ah, vaya vaya. Si no me engaño, ¿no es eso una mata de albahaca?
***
A esa mata de albahaca siguieron otras once. Y luego media docena de arbustos de romero. Y luego Adamska trajo tres jóvenes arbolitos de laurel.
Lentamente, ese patio que antes sólo tenía malezas se fue cubriendo de plantas aromáticas. Menta. Orégano. Eneldo. Hinojo.
Para cuando llegó el verano, la actividad favorita de Hal era cocinar para Adamska con esas plantas, y luego comer en una pequeña mesita que instalaron en la zona sombreada del patio. Por supuesto, eran las mismas hierabas que se usaban en el restorán. Y era cierto que ahorraban un montón en ingredientes ahora, pero había algo más. A ambos les encantaba trabajar juntos en el huerto durante las horas libres, verlo florecer, y sentir todos aquellos olores.
Quedar cubiertos de tierra y cansarse y ducharse juntos.
Y luego reabrir el restorán a tiempo para la cena, atender sabiendo que pronto llegaría la hora del descanso.
Hal preparaba algo especial para ambos, como si todos las noches fueran noches de celebración. Adamska se quejaba rutinariamente, "Emmerich, vas a conseguir que la ropa ya no me entre otra vez, ¿qué no paras?", antes de que ambos echaran a reír y Hal dejara las sartenes un segundo para abrazarse a su Gatto, darle un intenso agarrón o dos con manos que olían a especias. "Bueno, a tí te gusta. Y a mí también."
Cada noche dormían juntos, con la ventana abierta, dejándose envolver por el aroma del otro, y por los mil olores distintos que se alzaban del huerto en el patio entre el canto de los grillos.
***
Los miércoles eran días de tortellini al pesto en el restorán. Los viernes, de pescado del día al disco con salsa de finas hierbas. Y Hal, que mucho tiempo antes había jurado que si iba a cocinar tenía que ser con ingredientes lo más frescos posibles, no paraba nunca de agradecerle a Adamska su idea del huerto.