La mañana no es la misma para todos Locos. Así debían estar los que madrugaban en los fines de semana. Justine no hallaba otra explicación al respecto. Era eso, o que sus compañeros masoquistas los despertaban arrojándoles almohadas encima... afortunadamente, con quienes ella compartía habitación habían aprendido con el tiempo que Justine no era una persona madrugadora. Todo lo contrario. A las 8am, seguía durmiendo. Y aún a las 9. Aún a las 10. Aún a las 11. Y 12... La 1 de la tarde se consideraba, pues, como su hora oficial de despertada. Y eso que hasta en los días más exagerados, era capaz de despegar ojos hasta las 3pm. Es que después de trabajar incesantemente durante toda la semana, en trabajos y tareas para los cuales se desvelaba (porque no le bastaba con hacer una buena tarea, sino de las mejores), terminaba exhausta. Casi muerta. Completamente muerta.
Bueno, ese era uno de sus días exagerados. Eran cerca de las 2:30pm y apenas estaba bajando de los dormitorios al comedor para ingerir lo que sería para ella el desayuno. Por la cara, bien podía notársele que recién había despertado. Y por el cabello ligeramente alborotado... erm, estaba ocupándose en eso. Lo bueno es que las melenas cortas son fáciles de peinar. Terminaba de amarrarse el cabello en una sencilla cola de caballo, con la liga atrapada entre sus dientes, cuando atravesó la entrada al comedor. Inmediatamente su mirada se posó en los lugares libres disponibles. También en rostros conocidos.