World is Mine

¿Cuanto tiempo había pasado desde la última vez que había invitado a alguien a su casa? No lo recordaba, quizás necesitaba comprarse nuevas pastillas para la memoria. El punto era que, tras pasar algunos días con sobrecarga de estrés, decidió que era tiempo de estirar las piernas y salir de paseo en compañía de alguien.

La tarde anterior había estado llamando a varias naciones, preguntándoles acerca de su disponibilidad por si desearan ir a recorrer su casa de forma completamente gratuita (a excepción de la comida), y ofreciéndose él mismo como guía. Las respuestas fueron muy similares: todos estaban ocupados por diversas razones y nadie podría hacerle una visita hasta, al menos, finales del mes. Cuando creyó que quizás acabaría pasando el resto de la tarde sin la compañía de nadie más que de su fiel perrito Pochi, finalmente halló a alguien que decía estar disponible y que acudiría sin dudarlo (siempre y cuando la comida fuera gratis, de lo contrario no sería muy divertido). Ligeramente animado, asintió con la cabeza para luego brindar la hora y el lugar de encuentro.

Pochi levantó la cabeza observando a su dueño casi de forma interrogante. Japón (a pesar de su rostro inexpresivo) lucía ligeramente más animado que minutos antes. Finalmente, tras mucho tiempo encerrado sin hacer nada productivo, tendría la oportunidad de volver a pasar el rato con alguien de forma amistosa.

- ¡Daré mi mejor esfuerzo!

Al día siguiente se levantó una hora antes que en su horario habitual. El sol ni siquiera se asomaba y tanto Pochi como las prefecturas permanecían profundamente dormidos. Había decidido levantarse más temprano para acabar con sus responsabilidades más rápidamente y así únicamente centrarse en su invitado. Preparó un par de bentos super completos y finalmente, cuando ya faltaban pocos minutos para la llegada del mediodía, se dirigió al lugar acordado.