[Lastimosamente él no conocía tanto de magia como pensar en una solución, lo que significaba un muérdago era tan obvio que era estúpido.
Abrió sus ojos de par en par, no le habías dado la oportunidad de reaccionar adecuadamente (que era un buen puñetazo a tu cara) al encontrarse distraído por el muérdago sobre ambos. Frunció el ceño de inmediato al sentir la presión de tus garras sobre la piel de sus mejillas, perfectamente podía sentir el ardor que dejaban y cómo en una de ellas llegaba a correr una gota de sangre. Ya era tarde pero de igual forma colocó ambas manos sobre ti, una contra la armadura en tu pecho y otra sobre tu hombro, empujando para que te alejaras.
Demasiado cerca, demasiado cerca. Fue tan repugnante, pero no podía quitarte los ojos de encima un segundo porque esto era lo que ocurría. ¿En verdad eras tan ingenuo? La idea era estúpida, debía haber otra manera. Si esa cara de asco era lo que quería, lo había conseguido.
Quería apartar su rostro de inmediato de ese contacto pero se vio atrapado por tus dientes. ¿No te bastaba ya con un simple acto? Era imposible dejar de maldecirte y a cualquier demonio que existiera, definitivamente iría por tu cabeza por lo que acababas de hacer. Por poco cedía, muy poco, pero pudo imaginar a tiempo qué planeabas e hizo lo imposible por mantener su boca bien cerrada, mostrando sus dientes mientras gruñía. No podía alejarte pero al menos así pelearía.]