[Por suerte, no se demoran mucho en responder después de que golpea la puerta. No se la abren, al principio, pero se escucha el ruido de una persiana levantándose y bajando de golpe, como si alguien se hubiera asomado por ahí. Ella junta fuerza para hablar. Soy yo, Tordo.
Después de eso le abren, un hombre despeinado, con ojeras y cara de que se acaba de levantar de la cama. La hace pasar enseguida, aunque ella insiste en pedirle disculpas por aparecer sin avisar.]
[No se demora mucho en comenzar a atenderla, sin hacerle muchas preguntas, con una calma e intimidad que demuestran que no es la primera vez.]