[Lo peor es que... nadie puede ayudarla. Estas personas (ángeles, sabes, de alguna manera) se acercan a observar que esté efectivamente muerta, y luego se giran para continuar aterrorizando a los chicos y chicas atados de manos, o a piras como las brujas de antaño, a decirles que se conviertan al Verdadero Dio. Cuando uno de ellos se niega, le cortan el cuello, y lo siguiente es encender una de las piras en llamas... pero el fuego se apaga.
Y suena una extraña y profunda voz.
Eso es suficiente.
Levitando en el aire, Sabrina, aún con las flechas atravezando su cuerpo, una corona de espinas que le pusieron para burlarse de ella, estira sus manos en dirección a los misioneros, y los observa con los ojos blancos.]