Porque ahora las imágenes son distintas. Es otro bar, uno más pequeño y extrañamente parecido al que hay en este mundo, y la mujer hermosa atiende detrás del bar, y tú espantas a los clientes que le coquetean mucho (o que tú crees que le coquetean), y tal vez ese doctor con bigote entre los parroquianos sea uno que te parezca familiar.
Y la chica de pelo blanco está ahí, también. Canta en el bar, junto a la mujer hermosa, y luego cantan en la casa, porque los tres viven juntos, tienen su propia casa, y una chimenea, y días y noches largas de una felicidad doméstica que jamás pensaste que podrías tener, no con ellas. Las cuidas, las proteges, las mimas, ríen juntos, y ellas te cuidan a su forma también. Eres feliz, dolorosamente feliz, sin importar lo que te tomó llegar hasta aquí.]