[Quizás te sirva un cambio de escenario por un momento entonces, porque sientas o no su presencia contra uno de tus costados, de pronto te vas a encontrar trabajando en el suelo frente a un montón de piezas mecánicas.
La tenue vibración del motor de la nave debajo tuyo es algo a lo que estás acostumbrada, y la música sonando no muy lejos de dónde estás en lugar de molestarte te tranquiliza. Estás de buen humor, el artilugio que estás armando no te está dando problemas, y cuando la canción cambia a una que particularmente te gusta, presionas el botón de un mando cercano al tuyo sin pensarlo, haciendo que la canción ahora suene también en tu habitación.
Estás tan concentrada que no te das cuenta cuando comienzas a tararearla más alto de lo que normalmente lo haces, y mucho menos que de un momento a otro ya tienes un público. Al menos no hasta que es demasiado tarde y te das cuenta por la gran sonrisa triunfante y deleitada que tiene el rubio que está de pie en el marco de la puerta. Sabía que te gustaba mi música.]