[Te mira fríamente un momento, intentando controlar su furia, recordarse que justamente el punto es poder razonar contigo antes de que hagas alguna estupidez. De que ambos lo hagan.]
... Te dije que tenías razón sobre la conversión, pero que estabas equivocado sobre todo lo demás. Pero por supuesto que no ibas a escuchar eso, ¿no? [Se apoya contra el mueble, sin dejar de mirarte.]
Porque lo estás. Nadie está guiándote, y si alguien lo está, es un camino que no te conviene seguir. Esto [dice, alzando su mano de nuevo] no es ningún regalo divino, Eli. Si vamos a ponernos sobrenaturales, está más cerca de ser una maldición.