Un día una rana saltó dentro de una olla con agua hirviendo. Salió de ahí de inmediato al quemarse, por supuesto. [Mientras habla, se empieza a quitar su pobre saco, que por suerte es negro.]
Al día siguiente volvió a saltar a la olla, aunque esta vez el agua estaba fría. Lo que no sabía es que la olla se estaba calentando.