[Aplana las orejas y te mira algo preocupado por unos minutos en los que se debate mentalmente qué puede hacer para ayudarte. Hm.
Después de pensarlo un rato se acuclilla y se desacomoda uno de los protectores de sus brazos ofreciéndote su muñeca.] No sé qué tan doloroso sea, o si mi s-sangre realmente te sirva porque soy un Ribika. Pero puedes... morder, Noé.