No lo era. Ella estaba viva, sonriendo y dándome la oportunidad de poder estar con ella. Sabiendo mi historia, aceptando a mi sobrino, mi carácter. Diciendo que no había nada que quería decir, nada que tenía que preocuparme cuando las flores empezaron y estúpidamente lo creí.
Así como estúpidamente creí que ahora no habría nada que nos pudiera separar.