Probablemente lo hice. [Baja el arma, viéndote mejor ahí en el piso-- lo llena de placer ver que no te estés curando de inmediato, que de hecho sientas por unos momentos más las heridas, la pérdida de sangre.]
Y, ¿odiarlas? No, no las odio. Pero pienso que es injusto que sólo uno de nosotros las tenga. Así que, como no puedes marcarte permanentemente, la repetición tendrá que bastar.