En el reino perdido de Bergerac, la joya del continente donde grandes eruditas y poetas y maestros se reunían para entregar el fruto de su conocimiento al salón dorado, dónde, se decía, los grandes profetas habían inscrito en sus paredes los secretos del mismo universo y todas las historias que el viento se había robado.
[Esta parte no es demasiado complicada, concentrarse un poco para que literalmente una ilusión se forme y tome forma con lo que dice, imágenes de humo y luz danzando frente a ellos]