[Seguir los pasos de un conejo no es tarea tan fácil, pero sí los de la marioneta. Las huellas se internan hasta menos de un kilómetro en el bosque.
El rastro termina a los pies de un árbol. Arriba está ella sentada sobre una gruesa rama, con la cabeza torcida hacia un lado, la mirada apagada y totalmente inmóvil.]