Estuve enojado. Estuve herido. Dije muchas cosas que no sentía y no eran reales en mi enojo. Y Guinevere me tiró un martillo a la cabeza, y me gritó un par de horas recordándome sobre cómo las leyes casi la matan a ella sin tener magia, solamente por la sospecha, y cómo habría sido para ti, entonces, vivir con eso y escoger quedarte a mi lado.