Capitán Jack Harkness (capnhoharkness) wrote in mansion_ooc, @ 2008-03-22 04:13:00 |
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MÍSTER PELUSHE! I WROTE YOU A FIC!
- Post estancia en la Mansión, básicamente trata de Mr. Pelushe en Torchwood.
- No necesitan saber nada del canon de Torchwood para entender esto.
- Todo lo lo que sé de Ioryogi lo aprendí en la Mansión. 8D
- 1200 palabras, más o menos.
Ianto entró al callejón con la pistola en alto. Avanzó despacio, con mucho cuidado; nadie del equipo estaba seguro aún de qué se había colado por la Falla esta vez, ni que tan peligroso era, sólo que se había desplazado en aquella dirección. E incluso aquello era vago: el equipo se había visto forzado a dividirse.
Tras dar un par de pasos, Ianto sintió a alguien detrás de él.
Jack.
Ianto reconoció su respiración de inmediato, un poco agitada mas no preocupada en exceso. Otro día normal de trabajo, vamos. También lo era para Ianto, sin lugar a dudas, pero el hecho de que el capitán iba tras él lo hizo relajarse un poco.
Por otro lado, eso probablemente quería decir que seguían la pista correcta.
–¿Lo viste?–susurró Ianto.
–Una sombra –respondió Jack, también en un susurro–. Bípedo, cuatro extremidades, orejas largas; no puede ser más grande que un gato. Pero eso no quiere decir que no es peligroso.
Ianto asintió.
–Lo sé –dijo a la vez que aferraba su pistola con más fuerza.
Justo en ese momento, en que ambos llegaban frente a un bote de basura, Ianto descubrió la sombra del ser al que debían atrapar deslizándose por la pared hacia la salida del callejón, figura que abarcaba casi toda la pared. Haciendo un rápido cálculo mental guiándose por el ángulo de la luz que la proyectaba, Ianto concluyó que Jack tenía razón en cuanto al tamaño, el cual representaba un inconveniente puesto que podría meterse en algún agujero o entre los pies de la gente al llegar a alguna calle transitada y perderse con facilidad.
Ianto y Jack apretaron el paso, el líder detrás del subordinado, al contrario que en otras ocasiones menos relacionadas con el trabajo. De inmediato, Ianto se regañó a sí mismo por haber pensado eso en este preciso momento, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa de satisfacción.
De pronto, del fondo del callejón, se escucharon primero unos ruidos de latas que chocaban entre sí y después un rugido francamente feroz.
Al instante, Jack hizo a Ianto a un lado y se lanzó él primero hacia allá.
Típico, suspiró Ianto moviendo un poco la cabeza, yendo en pos del capitán.
Poco antes que lo alcanzara, fue Jack quien rugió:
–¿Tú?
–¡EL DEGENERADO PERVERTIDO!–respondió tras un segundo de silencio lo que Ianto, tan pronto como alcanzó a Jack, identificó como un pequeño muñeco de peluche azul en forma de perro.
–Entonces ya se conocen –comentó Gwen tras mirar con curiosidad al 'muñeco' que se había presentado a sí mismo como Ioryogi y que en aquel momento estaba sentado, con una dignidad de rey, sobre las guías telefónicas.
–Sí –respondió Jack–. ¿Recuerdan aquel lugar extraño del que les hablé? Él estaba ahí.
–¿Este es el equipo del que tanto hablabas?–preguntó Ioryogi–. ¿Saben que trabajan para un degenerado?
–Venía en la descripción del trabajo –replicó Owen en tono de circunstancias, lo que pareció molestar a Ioryogi un poco.
Tras un par de rondas de insultos mutuos en el callejón, Ianto consiguió que Jack y Ioryogi subieran al auto para regresar a la base; después de todo, las voces podían atraer la atención de alguien que pasara por ahí. La extraña criatura, por fortuna, había cedido ante la lógica y parecía conciente de que era una mala idea que la gente la viera.
Durante el trayecto, tanto Jack como Ioryogi habían guardado obstinado silencio, como si de niños pequeños se tratara, lo cual, junto con el hecho de que Jack había guardado la pistola tan pronto como identificó a su conocido, le hizo saber a Ianto que su nuevo pasajero no representaba ningún peligro. De ahí que sólo insistiera en ponerle el cinturón de seguridad infantil, lo que el otro aceptó de mala gana –también infantil.
–¿Cómo llegaste aquí?–preguntó Jack.
–En avión. Y luego en tren y en autobús –dijo Ioryogi–. Y antes de que preguntes: ¡no tengo una jodida idea de dónde está Kobato! ¡Por eso accedí venir hasta acá! ¡Para que me ayudes a encontrarla con esa tecnología avanzada de la que tanto presumías!
–¿Por qué no lo dijiste antes? No, espera –Jack hizo un gesto–. ¿Estuvimos siempre en el mismo universo?
–Y yo qué sé –replicó Ioryogi, seco, después de lo cual se cruzó de brazos y miró a otro lado–. Y no lo dije porque no quería que creyeras que te estaba pidiendo un favor.
Jack sonrió divertido.
–Lo estás haciendo ahora, Mr. Pelushe.
–...cállate. ¡Y PONTE A BUSCARLA ANTES DE QUE TE MATE OTRA VEZ!
Ioryogi y la jovencita llamada Kobato llegaron del Japón después de que ella, de alguna manera, consiguiera que le regalaran un boleto de viaje redondo al Reino Unido. Al parecer, Ioryogi se había opuesto al principio, pero Kobato lo convenció de que la idea en el fondo no era tan mala.
Pero lo fue, porque, por alguna razón, ambos teminaron en Cardiff cuando el boleto era para Edimburgo.
–Después de que por fin conseguimos un hotel decente desde donde pudo contactar a la agencia de viajes, a la muy estúpida le dio por salir a caminar durante la noche. Les juro que no puedo distraerme un momento –masculló, luego de lo cual tomó un largo trago del vaso con brandy que Ianto le había servido–. Espero que no se encuentre a ninguno como ese –gruñó, señalando con una de las patas a Jack, quien estaba unos metros más allá hablando por teléfono.
–Oh, no –dijo Tosh sin dejar de teclear– Jack es único en su especie.
–Y qué bueno –dijo Ioryogi.
–No lo sé –dijo Ianto–. Me parece a mí que si hubiera más gente como Jack, el mundo sería mejor.
–Yo pensé que tú eras el listo –replicó Ioryogi después de una larga pausa.
–¡Listo! ¡La encontré!–dijo Jack, acercándose a los otros.
–¿Dónde está?–preguntó Ioryogi.
–Está en el hospital...
Ioryogi de inmediato se lanzó al cuello de Jack.
–¿QUÉ? ¿EN EL HOSPITAL? ¿Y QUÉ HACE AHÍ?
Se necesitó de Ianto y de Gwen para quitar a Ioryogi de encima de su valeroso líder para que este pudiera terminar su mensaje.
–Kobato está como voluntaria en el hospital leyéndole a los ancianos; se encuentra bien –concluyó Jack por fin.
–¡Deberías tener más cuidado al hablar, imbécil! ¡Casi me da un infarto!–dijo Ioryogi, pero estaba a todas luces más tranquilo, al punto de que Ianto casi estuvo seguro que esa era su manera de dar las gracias.
Encontraron a Kobato a las puertas del hospital.
–¡KOBATOOOO!–gritó Ioryogi mientras bajaba del vehículo de un brinco; el grito era una mezcla de alivio e ira.
–¡Ioryogi-san!–exclamó la chica, su voz llena de felicidad, como si no le importara o no supiera la angustia que hizo pasar a su amigo.
–Pobre chica –murmuró Jack–. Tener que soportar al peluche.
–Por lo menos su preocupación es sincera –dijo Ianto.
Jack se encogió de hombros.
–De todas formas... De cualquier forma, tuvo suerte de que lo encontráramos.
En ese momento, Ianto se percató de algo.
–Um, Jack. Si no fue Ioryogi lo que se coló por la Falla, ¿qué fue?
Jack giró la cabeza lentamente hasta mirarlo a los ojos por un segundo antes de exclamar:
–¡Al auto!