Alma Mater

Está apoyado contra la pared de la entrada del jardín de niños observando a los mocosos que le rodeaban llorar abrazados de sus madres.  Le había costado bastante separarse del viejo a pesar de que éste había insistido en llevarle a su primer día de clases, su trabajo no le había permitido quedarse a abrazarlo y "consolarlo", porque estaba complemente seguro de que "su niño" lloraría. Sólo que, más que sentir ganas de llorar, está empezando a fastidiarse por lo escándalosos que eran esos niños. No es como si se fuera a acabar el mundo sólo porque se separan de sus queridas mamis.

Frunce el ceño, mirando hacia otro lado. Esperaba que de verdad valiera la pena estar ahí, porque no quería tener que vivir esto diariamente. Una gran parte de él no quería salir de su casa, pero no porque extrañara a las personas que ahí vivían (si acaso a su hermano Marie, Daisya no paraba de meterse con él y era fastidioso), sino porque sabía que tendría que convivir con más gente. Y no quería eso. ¿Qué tenía de malo vivir solo y tranquilo? No necesitaba esto, podría aprender por su cuenta.
No era normal que un niño de cuatro años pensara así. Por eso el viejo creía que si hacía nuevos "amiguitos" entonces dejaría de ser tan difícil de tratar y querría salir más. Comportarse como un niño normal. Viejo tonto. Nada iba a cambiar. No iba a hacer amigos porque no los necesitaba, así que más le valía hacerse a la idea de que no habría niños en su casa para venir a jugar. Él se encargaría de que no se acercaran.

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