Otacon (Hal Emmerich) (guiltover9000) wrote in schrodingersbox, @ 2013-07-25 05:22:00 |
|
|||
Entry tags: | canon: durante nadalandia |
Fic: Time In A Bottle (Canon: Nadalandia, 2012)
Título: Time In A Bottle
Canon: Nadalandia
Año: 2012
A veces había días en que se levantaba y no podía creer todo lo que tenía.
A veces había días en que simplemente la melancolía de antes retornaba, y no se sentía merecedor de la felicidad que había alcanzado.
Procuraba que no se le notara. Preparaba el desayuno junto a Sunny, abría el taller y esperaba con ansia el momento en que Adamska pasara a saludarlo luego de su entrenamiento.
Verlo siempre le encogía el corazón de felicidad. Pero en días así, su cerebro gritaba en loops infinitos que podían arrebatárselo cualquier día.
Tenía una máquina del tiempo con qué irlo a buscar a la dimensión que fuera. Tenía la ciencia. Pero le hubiera gustado tener una garantía mejor que esa. Hubiera querido ser sabio en hechizos, poseedor de objetos mágicos, tener una botella donde guardar el tiempo que pasaban juntos para que nadie pudiera quitarle el tesoro preciado de su amor.
Adamska lo besaba, y nunca fallaba en notar la desesperación con que Hal respondía en esos días. Lo atraía con más fuerza entonces, y se tragaba el orgullo para ser el primero de los dos en decir "te extrañé".
(En serio, un día de estos tenían que solucionar el tema de compartir una casa juntos.)
Hal trataba de que sus ojos se mantuvieran secos, y de sonreír. De ocultar su miedo.
De ocultar su rostro en el hombro de Adamska.
"Yo también, Damusha."
Esos eran los días en que Adamska se quedaba junto a él en el taller, en la herrería. Esos eran los días en que Adamska interrumpía su trabajo después de almuerzo para llevarlo a la habitación. Le marcaba la piel a latigazos para luego besar cada parte de su cuerpo, abrazarlo fuerte, acariciar su cabello mientras lo hacía volver del éxtasis.
Hal, su nombre era Hal, y él era Adamska. Y pasara lo que pasara estaban juntos, lo estarían siempre, sin importar qué obstáculos les echara la vida encima. Y Hal, volviendo, retornando a sus facultades mentales, podía sentir por fin que estaba perdonado y que la vida no lo castigaría quitándole lo que más amaba.
Saciado y sintiéndose persona, Hal se abrazaba a Adamska mientras las líneas de su fusta aún le hormigueaban por la piel, marcándolo y recordándole que era suyo.
Que merecía su felicidad.
Que tenía ya su proverbial botella para el tiempo.