*Gira los ojos. Se pregunta por qué demonios los otros dos le siguen el juego a ese conejo idiota. Como si éste necesitara una excusa para hablar sin parar sobre sus trivias de conocimieto inútil.
En fin, mientras más pronto lo dijera era mejor; sabía que si no le dejaba hablar ahora estaría molestando con la maldita inscripción lo que quedaba de la misión.
Se cruza de brazos, mirando hacia la dirección opuesta a la dichosa estatua que todos parecen admirar.*