[En cuando abre la puerta del departamento, entra furioso en el lugar, cargado de bolsas por completo.
Ese idiota llamado Alma Karma, arrastrándolo en un café lleno de gente, todos comiendo pasteles, cada uno más dulce que el otro y además atreverse a comprarle un trozo de tarta a él sabiendo que no le gusta en lo absoluto. Y las malditas miradas de un par de meseras, secretéandose entre ellas sobre lo "lindos" que se veían juntos. Joder, jamás había pensado que extrañaría tanto estar encerrado en su casa.
Además, había olvidado que salir a comprar con Alma era como ir con un niño pequeño. Todo se le antojaba y lo peor era que él no podía decirle mucho porque el dinero al final le pertenecía. Otro motivo de frustración. Pero al menos le había ayudado a escoger; él no tenía idea de qué darles de comer y ese imbécil, experto en memorizar datos inútiles, sabía exactamente qué les gustaba al moyashi y al conejo.
Resopla, dejando las bolsas en la mesa y mirando con odio renovado los platos sucios que había dejado ahí por culpa del idiota al que llamaba "su novio"]