[Esa petición hecha con ese gesto casi le provoca venirse ahí mismo, por lo que tiene que controlarse respirando profundamente. Era cierto que extrañaba las caricias de la mano de la chica, pero lo que ella pedía sería mucho mejor.
Es apenas entonces que recuerda que este cuerpo no era de una mujer, sino del conejo. Es decir, el pensamiento le rondaba de vez en cuando en su mente nublada por el placer sexual y la información que debía conseguir. Pero daba igual, el conejo lo disfrutaría también, aún si necesitara otra sesión psiquiátrica para olvidarse de esta.
No se aparta del abrazo, pero si se acomoda un poco mejor frente a ella, bajando sus manos hasta tomarle de las caderas. No puede evitar sisear ligeramente cuando siente que las dos erecciones se rozan un poco, tan sólo un poco. Joder, esperaba no correrse antes de tiempo y dejarla insatisfecha, piensa, estúpidamente otra vez.