*Esa voz profunda le molesta al punto de hacerle fruncir el ceño. El doctor. Justo tenía que venir con su maldita sesión cuando conseguía por fin tener algo de tranquilidad. No se mueve de la cama, ni se gira a mirarle, tan sólo se acurruca más en las sábanas, ignorando por completo las intenciones de mantener la terapia del día de hoy*
Váyase por dónde ha venido, doctor. No tengo nada que contarle.
*Como el resto de días, nunca le apetecía hablar con aquel médico en específico. Odiaba sus preguntas y odiaba que viniera a recordarle con su presencia, que era pobre desquiciado*