[Se da cuenta de que ahora le huye la mirada, por lo que él es ahora quien no le quita los ojos de encima. Decepción, eso era lo que veía. Aún si había un poco de aceptación en aquel tono de voz. Chasquea la lengua]
Yo soy quien está encerrado aquí. Cuando tú te cures, podrás irte. Yo tendré que quedarme.
[No quiere que suene como una queja porque, al fin y al cabo, ya había aceptado que viviría ahí y que probablemente moriría ahí. Y si había algo parecido a un Dios misericordioso, moriría joven]