Las tazas, sí. Luego irás a entregarlas cuando termines conmigo.
[Suspira sin quererlo. Al menos había dejado de llorar a pesar de que aún luciera aturdida. Esperaba de verdad haberla convencido de que estaban vivos y que ya no debía de pensar en aquello nunca más, aún y cuando quería preguntarle de dónde demonios había salido eso de las flores.
Pero ya que la había sacado de ese trance y no debía volver a hacerle caer. Sería muy estúpido de su parte]