[Frunce ligeramente el ceño al mirarle. Era esa sensación nuevamente, la que le obligaba a sentir simpatía por el estúpido conejo.
Había leído tantos libros sobre el transtorno de ese idiota que no podía evitar recordar que, la mayor parte de las veces, las otras personalidades que surgían eran una vía de escape, un sistema para protegerse. Y ese bastardo que tenía enfrente era precisamente lo contrario. No dudaba ni un poco que un día se levantara con ánimos de rajarse la garganta tan sólo para joder con Lavi. Pareciera que lo odiara]
Tsk. ¿No tienes nada interesante qué decir además de comportarte como un maldito loco?
[Un maldito loco. Por algo estaban ahí, ¿no era cierto?]