Tsk. No digas tonterías, sabes a qué me refiero. Y llámame doctor Kanda, maldito conejo idiota.
[No sabía por qué a ese imbécil se le había puesto llamarle por su nombre desde que llegó ahí, incluso desde el primer día en que le había atentido. Había sido un error estúpido presentarse usando su nombre completo.
Mira el periódico que ha dejado el otro a su lado, arqueando una ceja. Recordaba mucho del expediente del pelirrojo porque usualmente eso era lo que leía antes de dormir, pero aún se le escapaban algunas cosas. Era que había mucha información, pero a la vez era tan vaga e inexacta. Quizá por eso le habían encargado precisamente a él que viniera a verlo. Resopla]