Eso es lo que iba a decirle en cuanto le viese, además de hacerle pagar hasta el último arañazo que había recibido por parte de todas esas estúpidas. Le habían tirado de la camisa, intentado quitar la mochila y bombardeado con chocolate asqueroso. Definitivamente no estaba de humor.
Se apresura a abrir la puerta que comunicaba a la azotea, cerrándola de golpe tras de sí. Joder, esquivar a toda esa manada de locas resultó más difícil de lo que creía en un principio, alguna incluso juntaba un par de neuronas para pensar dónde podía esconderse. Esperaba por lo menos que allí arriba pudiera librarse de las queridas pretendientes del inútil de su hermano para todo lo que restaba de día*