No te preocupes demasiado por mí, preciosa, ya me acostumbré a esta mierda.
*Se apresura a decir. Lo último que quería ahora era darle lástima, no lo necesitaba para nada y había que decirlo; era molesto. Quería saber de ella, pero eso no significaba que fuera a permitir que profundizase demasiado en él. Y lo más importante, no debía irse por las ramas.
La mira de reojo, sólo para mostrarse indiferente y se fija en lo que lleva en las manos. Una de esas cajas de chocolates y una... ¿flor de papel? Qué romántico. Y qué irónico.*
No lo ha aceptado, ¿no?
*Era meter el dedo en la herida, pero igualmente le pregunta. No es como si le importase demasiado lastimarla, es más, hasta puede que le viniese bien. Y ahora que lo piensa, el susodicho que había rechazado a una pimpollita como ella debía ser o muy idiota, o muy gay. Muy, muy gay. Puede que hasta ambos.*