[Una sonrisa sardónica, mas mueca que sonrisa, cruza su cara al oir esas palabras. Se preguntaba hasta que punto era casualidad, y hasta que punto malicia por parte del dios...]
No sé la respuesta. Sólo se que en este mundo, lleno de desigualdades, es lo único en lo que hay equidad. Todos morimos. No todos tenemos familias. No todos tenemos felicidad. No todos pueden siquiera comer, o dormir. Y ninguno somos dueños de nuestro destino, de nuestra vida. Pero la muerte es una promesa cuyo cumplimiento no conoce excusas.
... Sólo puedes luchar porque llegue antes a quien abusa de su destino afortunado, y luchar por favorecer el tuyo propio.
[Era doloroso... cuan similares eran las formas en las que habían cambiado ambos. Y en vez de hacerle sentir empatía por el dios de los muertos, le aterrorizaba las potenciales implicaciones en lo que a su individualidad respectaba. Ya se sentía confuso con ello de antes...]