[Él tampoco tenía tiempo para quejarse. Aunque si bien en su infancia varias veces había entretenido la idea de vivir un romance apasionado que culminara en un pomposo matrimonio, estaba consciente que esas sólo eran fantasías y nada más. Haber nacido en la realeza implicaba un deber hacia su pueblo, y aquello era algo que le habían inculcado desde muy joven, así que se alegraba con al menos haber resultado útil para su reino y de alguna forma poder ofrecerles una mejor calidad de vida con ésta unión al mejorar las relaciones políticas.
Ahora sólo se preocupaba por ser de tu agrado. Esperaba que no te moleste su pelo corto, ¿o será que lo prefieras más largo? Ojalá que no se le note mucho el nerviosismo.
Alisa los pliegues de su falda por enésima vez mientras recuerda mentalmente todas las cortesías con las que ha sido educado antes de entrar al salón luego de ser anunciado, haciendo una elegante reverencia frente a ti en cuanto entra.] Es honor el al fin conocerlo, su alteza.