[Los dedos se detienen por un instante sobre el mentón ante tu pregunta.] Por supuesto que me preocupé, tal como lo hago cada vez que te subes a esa cosa...
[Se reacomoda sobre tu pecho, girándose para quedar boca abajo sobre ti; su cabeza apoyándose con algo más de presión, olvidándose momentáneamente que estás convaleciente de unas heridas.] Y aunque es el caso, tampoco soy egoísta como para negar la posibilidad de que puedas hacer algo por cambiar la situación en la que nos encontramos. No puedo privarte de lo que sabes hacer mejor.