[Por suerte no tienes que esperar mucho: los primeros acordes y la apertura de la puerta de la habitación indican su entrada. Y ahí se presenta, con su refinado kimono y maquillaje. No recuerda haberse preparado con tanto esmero desde hace años, tal vez en la ceremonía donde debía convencer a Atsushi de que accediera a ser su danna. De seguro estás acostumbrado a los extravagantes trajes de las maiko; el suyo, a diferencia, es elegante y busca sacar exclusivamente su belleza natural. El que esté menos adornado solo lo hace más distinguido.
A pesar de que evita hacer contacto con tus ojos, inevitablemente termina haciéndolo y su corazón da un vuelco cuando sus miradas se encuentran. Pero rápidamente se concentra y te dedica una sonrisa antes de sacar sus abanicos y comenzar a bailar. Debe ser profesional. Y eso hace con sus finos movimientos.]