Un sonido que no furioso, ni lastimero, ni moribundo. Es algo distinto, algo que se extiende por largos, largos segundos. Estridente, como una tormenta.
Es... Tal vez sea el sonido que toda criatura hace cuando es destruida.
Del bosque, viene la neblina. Y entonces, el repiqueteo de incontables pesuñas. Pero, sin lugar a dudas, lo que emerge no es un ejército, si no un solitario jinete revestido por la más negra armadura, lanza en mano.]