Tierra de Nada

[Hoy es una muy veraniega y calurosa noche navideña.

Algunos sin duda extrañarán el manto blanco de las navidades de cuento, pero no se puede negar que una navidad estival también tiene su encanto. En primer lugar, un cielo azul, límpido y lleno de estrellas que casi parecen repicar como campanas, y cantar sus propios villancicos. En segundo, árboles llenos de frutas maduras y jugosas, endulzando el aire nocturno con su aroma embriagador y listas para decorar todas las cenas, llenar todas las cestas, adornar todas las casas. Y en tercero, la suave y tibia brisa que se levanta trayendo consigo el sonido del río y el cantar de los grillos, tan cálida como el abrazo que recibirás de tus seres queridos cuando intercambien sus regalos, sin la molesta necesidad de cubrirse de kilos de ropa, sortear metros de nieve.

Pero, aún más importante que todo eso, las luciérnagas. Porque, ¿quién necesita luces navideñas cuando tienes luces vivas flotando perezosamente entre los árboles, posándose sobre el follaje e iluminando el bosque y el pueblo como un paisaje de postal?

Y esta noche está llena de ellas.



O al menos, parecen ser luciérnagas. Bajo una inspección más cercana, tal vez podrán parecer algo más. Si se acercan demasiado, definitivamente serán algo más.

Cuando dan las nueve de la noche, se asoman las primeras luces. Estas son pequeñas y blancas, centelleantes casi como diminutas estrellas de ensueño, o brillantina dentro de una esfera de nieve. Cuando estén rodeados de ellas sentirán una vaga nostalgia, y tal vez escuchen el suave tintineo de unas campanillas.

Una hora más tarde, se levantarán las luces grandes y doradas, cálidas como soles en miniatura, redondas como esferas navideñas. Algunas tienen tonos rojizos como una baya, otras destellos de verde a tono con el follaje de los árboles. Y siempre que se acerquen a alguna de estas luces escucharán risas, el crepitar de un fuego o el entrechocar de copas, sonidos de una fiesta lejana, y se sentirán más contentos y reconfortados.

Y una hora antes de que den las doce, y la Nochebuena dé paso a la Navidad, aparecerán las luces azules, tenues y temblorosas como fuegos fatuos. Parecerán proyectar más sombras a su alrededor que entregar luz, y cerca de ellas siempre se sentirá un extraño frío, una sensación de intriga y ligero temor, un silencio tan pesado y sordo que casi parecería que el mundo está cubierto de algodón. O de nieve.

Que luciérnagas más curiosas, ¿no es así? Porque estamos bastante seguros que las luciérnagas comunes usualmente no atraviesan tu pecho y se quedan alumbrando desde su interior, como la luz de un faro en tu corazón.

Pero eso es lo que harán estas luces-- estos espíritus, si te acercas demasiado. Y como desde tu interior también, su luz proyectará una imagen a tu alrededor: un recuerdo de tiempos pasados, si su luz es blanca; una escena que acaba de ocurrir, o que está ocurriendo en alguna parte, si su luz es dorada; o una visión de algo que aún no ha sucedido, que podría suceder, si su luz es azulada.

Esperamos que estas pequeñas revelaciones de tu corazón, a tu corazón, sirvan de recordatorio para aquello que es realmente importante, aquello que son, aquello que fueron, y aquello en lo que no les gustaría convertirse.

Y que este regalo inesperado no evite que puedan disfrutar de una deliciosa cena, de sus seres queridos, y del hermoso milagro de esta noche de verano.

Sí es Navidad, después de todo.]

((¡Post de un cuento navideño! Obviamente backdatteado a Navidad. Las lucecitas tienen los efectos que ya se describen: las luces blancas mostrarán recuerdos de navidades (o momentos) pasados, las doradas imágenes de algún momento presente o más cercano en el tiempo, y las luces azules mostrarán una visión de una navidad o momento futuro, a elección de ustedes. Feliz Navidad, y recuerden que el verdadero regalo son los capitalistas que aterrorizamos en el camino. ♥))