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Fue a su habitación y lo esperé. Tuve que disculparme con su compañero de cuarto.
Lo esperé pero no volvía. Pensé en gritarle cuando llegara, aún si despertaba a su compañero. Esperé hasta que ya no quería gritarle, sólo abrazarle. Esperé y esperé y en algún momento me quedé dormida. Cuando desperté el sol ya había salido y él no había regresado. Sé que no regresó porque si lo hubiese hecho, no dejaría que su hermana durmiera en una posición tan incómoda y sin estar cubierta con una manta.