[El reino entero está muriendo. Aquellos que resisten pierden las esperanzas, y los que son convencidos por el cuervo se unen a su reinado. El príncipe pierde las esperanzas.
'Dame tu corazón,' el cuervo le dijo al príncipe. 'Dame tu corazón y todo acabará.'
Pero el príncipe se negaba a hacerlo, aún peleando contra el cuervo, haciendo lo posible por salvar a la gente de su reino. Día tras día peleaba, ignorando las heridas que recibía, el dolor de tener que enfrentarse a su gente.
Y un día, fue rodeado por cuervos. Los que antaño fueran sus súbditos, ahora eran iguales al monstruo, corrompidos por la oscuridad que el príncipe dejaba se colara en sus corazones. Cuándo el príncipe pensó que todo acabaría, de repente brilló una luz que hizo que todas las aves se alejaran, y fue como si la noche hubiera sucumbido al día.
En medio de esa luz, apareció ella: como un hada, lo vio con dulzura, estirando sus brazos hacia él. El príncipe ya no sintió dolor mientras la princesa le sonreía, mientras sus blancos brazos rodeaban su ser.
'No te rindas,' la princesa le susurró, y el príncipe supo que era Tutu, de quien las leyendas hablaban, y la amó en ese momento por venir a él.
'Ya no puedo pelear,' le dijo. 'Mi caballero está muerto, mi gente ya no lo es. No sé porqué pelear.'
'Pelea porque eres el príncipe nobre y valiente, el que defiende a los débiles. Pelea porque es lo que tu corazón te dice que hagas. Pelea porque yo creo en ti,' Tutu le dijo al príncipe, arrodillándose frente a él. 'Te amo.'
Con su beso, fue como si el príncipe viera una luz que no conocía antes, pero antes de que pudiera tocar a Tutu, ella se había desvanecido; sólo una gota roja esperaba donde ella había estado antes.
El cuervo rió, y fue como si el mundo riera con él, una risa cruel y burlona que parecía mofarse del dolor del príncipe.
'¡Ríndete!' Exclamó el cuervo. '¡No hay nada más que puedas hacer!'
'¡No me rendiré ante ti!' juró el príncipe, pero sabía que había poco que pudiera hacer. Su gente estaba en su contra, la sangre del caballero manchaba su espada y de Tutu le quedaba nada más que una gota roja.
"¡Te venceré, así me tomen cien años hacerlo!" Juró el príncipe, blandiendo su espada.]