[Hay una salida: que la sirenita mate al príncipe. Fakir frunce el ceño mientras lee eso.]
La sirenita apartó las cortinas, y observó a la pálida novia, cómo su cabeza descanzaba sobre el pecho del príncipe. La sirenita se agachó y besó su aurea frente y entonces miró hacia el cielo, notando los colores rosas del amanecer; luego vio hacia el afilado cuchillo, y de nuevo vio al príncipe, quién murmuró el nombre de su novia en sueños. Estaba en sus pensamientos, y el cuchillo tembló en la mano de la sirenita: pero entonces ella lo aventó lejos, hacia las olas del mar; el agua se volvió roja donde cayó, cómo si fuera sangre. La sirenita vio una vez más a su príncipe antes de que se lanzara del barco hacia el mar, pensando que su cuerpo se desharía en espuma.