[Reprime otra sonrisa, porque eres un idiota, y eres extrañamente lindo en tu idiotez. Y luego se queda un rato callado, mirando el trébol entre su índice y su pulgar con gesto pensativo.]
[...] No me gusta pensar que ella tiene miedo de que podría dejarla. [Abandonarla. Está intentando explicarse un poco mejor, sobre lo de antes.]
... No me gusta pensar que yo ayudé a que ella se sintiera así.