Bien, eso nos deja tres opciones. Esperamos a que el dueño o la dueña de casa regrese y me deje entrar; lo que si tengo suerte sucederá en unos minutos y resolveremos pronto todo esto sin necesidad de situaciones incómodas, y si soy desafortunado, tardará horas, y probablemente pesque una pulmonía bajo esta lluvia, y luego ya no hará demasiada diferencia que me permita entrar o no a su casa. [Lo dice más como estableciendo un hecho que para hacerte sentir culpable. Pero si eso ayuda a persuadirte, mejor.]
La tercera opción, por supuesto, es que me permitas entrar de inmediato, y luego le expliquemos la embarazosa situación, donde yo insistiré en haber... ah, insistido, y mi calidad de invitado y persona extraña probablemente hará que las consecuencias negativas sean menos severas para ambos. [O tal vez es la casa de un ogro, o algo por el estilo, y termine comiéndoselo. Esa es una posibilidad que no va a decir en voz alta ahora.]
En cualquier caso, puedo ayudarte a limpiar. [Dice, señalando la escoba que aún sostienes en tu mano. Mentira, no puede, toda su vida ha tenido sirvientes para hacerle el aseo.]