[Si lo muertos no abandonan Hel, ¿por qué ha de abandonarlo ella?
Nunca logra preguntar. Las órdenes de su señora son absolutas: vive, sirve, lucha, márchate, muere. Absolutas, absolutas. Por eso, cuando el niño viene a irrumpir la tranquilidad de su pequeño reino--
--fastidioso, obstinado, ruidoso, tenaz.
Una mesa, una malteada. Golpes en su rostro. Bromas. La sucia cueva a la que ha sido confinada llena del parloteo de él.]