La cosa es que Lea es muy bueno y yo soy un pendejo confiado y me acorraló y... se abrió la tapa. Boom. No estaba peleando contra Lea. Era contra mi padre por haberme dicho a los doce que no estaba seguro que el que yo estuviera vivo fuera una buena idea, las miles de veces en que mis amigos y yo hemos estado a punto de morir, lo pútamente harto que estoy de ser un títere de los dioses y saber que no voy a poder hacer nada al respecto hasta que algún día los dioses consigan matarme. Ni siquiera recuerdo la mitad de lo que pasó.
No lo estoy diciendo como excusa. Sé que no la tiene.