Poco antes del torneo, regresé de mi mundo de haber estado en el Tártaro. Pensé que mi mejor amiga y yo íbamos a morir. Y a todo eso se acumuló los seis meses de mi vida que los dioses me robaron, que me borraran la memoria, haber estado aquí y que Nico y yo ya no nos habláramos, que Sam estuviera Satanizado literalmente, y un montón de siete años de mierdas varias de las que yo decidí fingir que estaba bien.